Excursión a Segorbe y La Cueva Santa. 28-02-1999

Diario de un 600:
Las ocho y media de la mañana, Domingo y ... ¡me están bañando!. Mi dueño se ha vuelto loco, ¿cómo?, otro seiscientos en la misma gasolinera, aquí pasa algo raro, será que nos vamos de excursión. Llegamos a la Alameda y está desierta, ¡ah! por ahí llegan algunos amigos, vaya son las nueve y media y por fin salimos, a ver, uno, dos, tres, doce, veintisiete y treinta, vaya no esta mal. Me entero que algunos vienen desde la provincia de Alicante, eso sí que es tener mérito. Formamos un buen grupo por las calles de Valencia. Nos desviamos por la pista de Ademuz, esto promete, parece que el trayecto va a ser largo y sin embargo estas carreteras tan anchas y modernas no me acaban de convencer. El consuelo viene porque todo aquel que nos adelanta se queda embobado mirándonos como si tuviéramos monos en la bigotera. A cuantos les gustaría ahora cambiar su veloz coche por uno de nosotros para estar en esta singular caravana que formamos los seiscientos. En un desvío leo “Alcublas” y eso me suena a curvas, cuestas y carreteras de las mías, esto empieza a gustarme. La carretera a través del monte es bonita y todos la seguimos en fila, vaya ahora uno adelanta a toda velocidad y se pierde de vista, juraría que era un seiscientos pero nos sé, no damos para tanto. Hombre ahí está el rápido y es uno de los Abarth, claro va con zapatillas de deporte y nosotros con botas de montaña, así cualquiera. Llegamos a Alcublas y nos empiezan a tocar el claxon a todos, los vecinos se llaman unos a otros con urgencia para vernos pasar antes de que nos vayamos en dirección a La Cueva Santa. La gente sale de casas y bares precipitadamente y nos señala con el dedo, que manía de señalarnos todo el mundo. Me detienen en medio de la carretera, ¿se habrán dado cuenta de mis problemas?, no, es solo que a mi dueño le a dado por hacer fotos a la caravana. Seguimos adelante aunque el tiempo amenaza lluvia y finalmente llegamos a La Cueva Santa, hay una buena explanada para aparcar y nuestros dueños se dirigen apresuradamente a tomar el almuerzo. Bocadillos, picaeta, café y visita a la cueva, no se lo montan nada mal los amos. Que fastidio, empieza a llover, parece que nos vamos. Esta dichosa lluvia nos acompaña hasta Segorbe, se supone que la policía nos esperaba, bueno ya aparecerán. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas, bueno ya me conozco Segorbe y a sus habitantes porque han estado todo este tiempo en las aceras aplaudiéndonos como en los mejores tiempos de Indurain. Nos aparcan en la plaza del Ayuntamiento, menos mal que nos han ordenado bien porque sino no hubiéramos cabido en esta plaza tan reducida, por otro lado al estar tan juntos lucimos más. Los dueños se van, creo que a visitar el museo catedralicio. Tres cuartos de hora, no han tardado mucho y por sus comentarios diría que ha sido interesante. Bueno, hacia donde nos llevaran ahora, esta lloviendo y me voy a resfriar. Pues si no querías agua estamos en la fuente de los cincuenta caños aunque en esta ocasión la parada es breve. Veo que mi dueño sale el último y es que le gusta ver a toda la caravana por delante. Pues hace mal, porque yo pierdo agua y si me quedo no habrá nadie para socorrerle. Vaya, se ha dado cuenta, pero efectivamente se ha quedado como la una, esto es, solo. Será ignorante, a pesar de que me ha revisado los líquidos, supone que me la he bebido y se limita a reponerme el agua cuando resulta que la bomba esta goteando de manera incesante. Pues ahora de rabia pierdo un tapacubos, se va a enterar. Afortunadamente hemos alcanzado al resto y es que es difícil para semejante caravana pasar desapercibida. Esta vez estamos en Altura y nos aparcan para comer. Por las risas del restaurante parece que se lo pasan bien. Han tardado un poco pero ahí salen y parecen satisfechos, ahí hay unos que se cogen la barriga mientras hablan de “olla típica”, “comilona” o “yo he repetido”. Todos llevan un bastón típico de la zona, lo deben haber regalado. Bueno a casa que ya es hora. Todos juntos enfilamos la carretera de Teruel hacia Valencia y veo como por el camino la gente se va despidiendo conforme llegan a sus desvíos respectivos, a los que vienen de la provincia de Alicante aun les queda un buen trayecto, ¡buen viaje!. Ha sido un día agradable con los amigos que ni siquiera la lluvia ha podido deslucir.